Jesús vino a salvar no a los justos sino a pecadores, y de esto dijo: "Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento." (Mateo 9:13) así que si admites que eres pecador y quieres ser salvo, alégrate porque Jesús vino a salvarte y solo Jesús puede perdonar tus pecados y convertirte hoy mismo en santo, perfecto y agradable delante de Dios y en la alegría del alma de Dios y de su corazón. Pero ¡ay! de aquellos que se consideran a si mismos justos en su propia opinión y que no quieren admitir su pecado pues no serán perdonados sus pecados ni serán limpiados de su inmundicia por la preciosa sangre de Jesús; ay de los que rechazan la sangre de Jesús y piensan justificarse por sus obras, aunque por sus obras nadie puede justificarse pues, escrito esta, “todas nuestras obras son trapo de inmundicia” (Isaías 64:6), por tanto, deja el pecado y cree en Jesús y serás salvo.
Todos hemos pecado, pues, escrito esta que “no hay hombre que no peque” (1 Reyes 8:46) pero tan cierto es que todos hemos pecado como tan cierto es que todos los que creemos en Jesús podemos ser limpiados de nuestros pecados, pues, Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, es decir, Jesús es el Cordero de Dios que quita todos nuestros pecados.
El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. – Juan 1:29
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